...Y nací a los 12 años. Si me remito a hablar
acerca de los doce años anteriores de mi vida, no variaría mucho del común de
las rítmicas familias que habitan estos trópicos: que el merengue por aquí, el
porro por allá, que venga le enseñamos a bailar (que dizque porque eso era
fundamental para la vida), que así iba a conseguir novias, que esto y lo
otro... total, aprendí a bailar, no he conseguido ninguna novia en mi vida por
saberlo hacer (uno que otro efímero encarrete, pero nada más) pero algo me
decía que un ridículo estribillo como “mama,
¿qué será lo que quiere el negro?” no era lo que yo andaba buscando.
Estando en sexto, cuando comenzaron mis cambios
corporales, jugaba la verdad se atreve y estudiaba como un nerdo pa' poderme ganar dizque la medalla al mejor
estudiante (y lo hice, por cierto), pasando una emisora (Veracruz Stereo),
escuché un coro de una canción en inglés (en mi vida había tenido contacto con
música en ese idioma, pero en el colegio me daban ya inglés), que me gustó
mucho. Se me pegó como un chicle. Y averiguando, me di cuenta de lo que decía
el coro: “le das mal nombre al amor”;
y aunque no era la letra más romántica o llegadora del mundo, si me gustó mucho
su fuerza.
Luego, vino la consabida investigación (cosa que no hago muy a
menudo, lo confieso; tiene que ser algo que realmente me interese mucho
pa' poderme poner a consultar), y me di
cuenta de que un tal Bon Jovi (“Thaaa Kiiiing”) tocaba esa canción, y
que aparte de esa, había muchas otras buenas canciones incluidas en sus 3
discos inmediatamente anteriores... y oh sorpresa!! Algunas hablaban de amor y
desamor; hablaban de sueños de juventud y frustraciones; hablaban de la vida de
una rutilante estrella de rock y de la vida de un simple estudiante de secundaria....
vaya vaya. Al final de cuentas supe que había gente que podía hacer buena
música, que le gustara a mucha gente, que no se tuviera que bailar y lo que es
mejor: tenían algo más que decir que cantarle a un comején o a un toro miura:
Definitivamente, ahí estaba lo mío.
Luego supe que aparte de mi idolatrada banda de Jersey, había infinidad
de grupos dedicados a lo mismo: hacer buena música, una accesible a la radio y
otra no tanto, pero toda, buena música; y aparecieron en mi vida bandas como Poison, Skid Row, Warrant, U2, Cinderella, Tesla... y otras que ya existían
antes de que doña María V decidiera traerme al mundo: Def Leppard, Kiss, Scorpions, Aerosmith, Led Zepellin, Judas Priest, Black Sabbath, Queen, AC/DC, entre otras.
Todas esas bandas y otras (unas imitaciones clase A, otras clase B y
alguna que otra con una mísera canción buena), marcaron mi adolescencia... y
todo por la sencilla razón de que yo sentía en sus líricas y melodías que me
hablaban como yo necesitaba, decían cosas que a mí me pasaban o pasarían
después (y me pasaron). Descubrí que el rock era mucho más de lo que tan mal me
hablaban en la casa: “música
pa' peludos marigüaneros”; Error!! El rock se abrió a mis oídos y ojos
(gracias a los vídeos y a la imagen estrafalaria de muchos de mis grupos
favoritos), como todo un nuevo mundo en donde se mezclaban lo jovial con lo
triste, lo social con lo absurdo, la vida y la muerte... el rock se convertía
para mí en la mejor manera de expresar mis emociones; es gritar, es llorar, es
reír, es sexo, es libertad, es amar. Ese era el comienzo de toda esta historia,
que lleva ya 25 años, viendo pasar tendencias, peludos de todas las clases,
canciones buenas y malas; grupos talentosos y otros peyes... en fin, el rock me
marcó y se quedó.
Al año, descubrí a los que siguen siendo, mis
mentores, mis ídolos: su majestad Metallica, quienes con sus
mensajes sobre la sociedad de consumo, la muerte, el sistema político y además
con su historia llena de traspiés, hambres, desgracia y demás, me enseñaron el
valor de la superación, el caer y volverse a levantar sin darse por vencido...
corroboré (gracias a 4 peludos con fama de alcohólicos) lo que me decían en la
casa: con trabajo honrado y esfuerzo uno logra los objetivos que se propone.
Y luego vino la difícil búsqueda de compinches para
mis gustos musicales. Difícil, pues a mis compañeros del colegio les gustaba
escuchar (y bailar, guacale!!!) salsa, merengues y vallenatos.
Eran los mismos que cada año cambiaban de gustos:
que qué nota Locomía, que
qué pasta (palabra precursora de “chimba”) ir al concierto de Samantha Fox, ¿te sabés todos
los pasos del meneíto o la lambada?...
y ahora cambiamos de nombres, pero en esencia es la misma mierda (para mí): que
qué nota la electrónica o
la salsa romántica (camera más bien); que vámonos de perreo….caso aparte merece
el maldito reggaetón: la banda sonora de una pesadilla. Por mí, Wisin &
Yandel, Don Omar, Daddy Yankee y todos los otros que son igualitos (y suenan
igualito), se pueden sofreír en la doceava paila del mismísimo infierno…. A mí
me gustó y me gusta otra cosa, no por el hecho de que digan “ve, míralo, ese
man escucha una música más rara o vieja”, sino porque en esencia mi
personalidad y mis estados de ánimo se ven mejor reflejados en una buena
canción de rock. Afortunadamente me topé con mucha otra gente que comparte
gustos y filosofías.
Llegó otro boom: el
rock en español... y pasó por mi lado, calladito, pues no me deslumbró
mucho. No sin antes pasar el colador y sacar fuera algunas cosas interesantes
de bandas como Soda Stereo, Caifanes (que no se entere Libardo), Ángeles del Infierno y bandas
nacionales como Kraken, Perseo y más adelante, Ekhymosis y BajoTierra. Fueron más bien pocas,
pero algunas canciones de esa época también dejaron mucho en mí, pues trataban
de mostrar lo que insistentemente me regalaba el rock “in english”. Era la
época de mis primeros chupes, mis sueños mojados, el fútbol y los amigos de la
esquina, con quienes me la pasaba cagado de la risa a toda hora sin
preocuparnos por algo más que por ver la vieja de la foto de la revista “Vea”,
ganar el año y ver la “música de Veracruz”.
Llegó el cambio de década, con muchas expectativas
en torno a mi futuro (ya estaba bueno de mamar tanto gallo en la esquina)
pues en los próximos 10 años vendría mi graduación del colegio, quizás mi
graduación de odontólogo (jamás lo fui), vendrían mis primeras novias en serio,
mis primeras relaciones sexuales. Vendrían muchas alegrías, pero de la mano con
una tonelada de frustraciones y rabias. De nuevo, la música volvió a
convertirse en mi mejor amiga, en esos momentos en los que me provocaba dejar a
mis abuelos tirados por todas las rabias que me hacían dar. Ahora, pienso que
era yo.
Pero, así como yo cambié en cuanto a mi forma de
ser, comencé a sentir que la música, ese rock que tanto venero, estaba siendo
desplazada... por culpa de las malditas modas que tanto odio yo, el buen Heavy Metal de los 80's se convirtió en eso: una moda y era
necesario que los nuevos músicos mostraran que la vida era más que darse
piquitos con la novia y vivir pelando el diente de alegría a toda hora; supe
gracias a este cambio de mentalidad en la música y gracias también a mis nuevas
vivencias personales, que había un estado de ánimo que me marcó: La depresión.
Llegaron pues Nirvana, Soundgarden, Alice in Chains, R.E.M., los maestros de maestros
de Pearl Jam; cómo
olvidame del primer álbum de Stone Temple Pilots... y Radiohead. Ahh, esos si que saben
hacer música pa' pegarse un tiro!!!.
Y aunque admito que opuse un poco de resistencia a
este cambio, supe que toda esa música podía perfectamente convivir dentro de mi
colección personal, pues aunque a la luz de cualquiera, la música de los 80's con la que nací, y la de los 90's con la que crecí son totalmente
opuestas, siento que en esencia son lo mismo: ROCK,
sólo que si mezclamos los mensajes, pues encontramos el relato de una vida
entera.
En medio de la década, también hubo algunos intentos
por parte del rock en mi idioma para meterse de lleno en mi vida; y en parte lo
logró, con la seriedad, la profundidad y la poesía de música de los Celtas Cortos, Héroes del Silencio o de Robi Draco Rosa, estos dos últimos
ligados a la filosofía del exceso que tanto practiqué... pero no con drogas,
sino con otro letal aliado de la depresión y paradójicamente, de la alegría: el licor... borracheras con y
sin motivo, con guaro, cerveza, tequila y hasta con el ron que tan mal me
cae... pero todas con dos elementos en común: 1.
mis entrañables amigos, la “leonera” con la que tan bien me he entendido
hasta la fecha. Parecemos a veces hasta un rompecabezas en donde cuadran
perfectamente la irresponsabilidad y el compromiso, la seriedad y la
patanería... y 2. el rock,
que siempre fue parte de esas rascas violentas, que me ha visto llorar por
todas las pendejadas que le he cometido a mucha gente y por otras que me han
hecho lo mismo; el rock que me ha visto reír cuando me gradué en una bacanal de
3 días en una finca o celebrando 20 años de amistad en San Andrés Isla; el rock
que me ha visto deprimirme por sentirme el ser más solo de este mundo.
Y del sexo, qué? Pues admito que la música siempre
ha tenido un lugar privilegiado en este tema; desde mis primeros encuentros con
el dios Onán viendo el vídeo de “Girls,
girls, girls” de Motley Crüe (nunca me pillaron mis abuelos), las
buenas baladas rockeras, los sonidos de Lenny Kravitz, mamonazos del gran Draco, Calamaro, Bunbury o los mismos Héroes hasta la provocadora “Digital Bath” de Deftones... el rock siempre ha
sido un gran aliado cuando de proponer la atmósfera perfecta se trata.
Y cómo pasar por alto los 90's sin hablar de los conciertos. La mejor
definición de sentirse vivo, de trascender. No soy un asiduo visitante a cuanto
concierto de greñudos con tarros y gritos hay; para ir a un concierto realmente
me tiene que gustar... y claro ¿cómo dejar que el rey (Bon Jovi) o los
dioses (Metallica) pisen la tierra de este país del sagrado corazón y no
estar ahí para contarlo? No me lo hubiera perdonado. No me gustaron las drogas,
pero quizás el éxtasis que sentí viendo tocar “Wanted
dead or alive” de Bon Jovi en el 95, “La sirena varada” en el concierto de Héroes en el 96, Draco combinando poesía con uno de los
mejores discos que se han hecho en nuestra lengua (Vagabundo) en el
Jardín Botánico en 2010 (y yo tomando roncito), el trash honesto de Megadeth en 2011 y las explosiones en “One” en el concierto de Metallica en el 99 o en marzo de 2010 (en
primera fila con “pajuela” incluída), sean lo más parecido a estar
drogado….Empujones, disfonía, insolación…todo vale la pena.
Quizás por eso, disfruté mucho de mis noches de bar
hace ya 10 años (inolvidable Cieza): mis amigos estaban ahí,
mis vídeos y mi música estaban ahí. Y combinaba la nostalgia de “I won´t forget you” de Poison con la tristeza de “Outside” de Staind; combinaba las rabias en
momentos distintos de “Welcome
home (sanitarium)” de Metallica con “I
alone” de Live; evocaba frustraciones y
tristezas con “One” de U2 o con “Black” de Pearl
Jam. Conjugaba mis gustos personales con los de mucha otra gente; unos que
quizás veían la música igual que yo, y otros que simplemente querían
pasar un buen rato... es más, hasta sentí una partecita de lo que era estar en
un concierto propio cuando salí a cantar un par de temas. Me volví a sentir
vivo.
De la música de ahora no hay mucho que decir;
algunas bandas que me gustan, grupos con una que otra buena canción, bandas
prometedoras y otras que se quedaron en promesa; pero me preocupa que mucha
gente está interesada en mostrar al rock (otra vez) como una moda y es por eso
que uno prende el radio o pone MTV y escucha una decena de grupos que
suenan igualito (cosa que pasaba a finales de los 80's con el Heavy o a mediados de los 90's con el Grunge, o a principios del “nuevo milenio”
con el Nu Metal, o el alternrock). Todo mundo
se pega de la rueda. Qué falla!!. Pero al final los buenos quedan y por eso Iron Maiden, los Stones y Ozzy siguen dando lidia por ahí. El talento
real perdura.
A la luz de mis 37 años, muchas cosas han cambiado. No fui odontólogo,
pero tengo una carrera y un trabajo estable. Muchas modas, grupos, melodías y
gustos han cambiado. Pero aún me sigo conmoviendo con las cosas que pasan en
este mundo. Aún sigo siendo el mismo soñador. Aún me siento solo a ratos. Aún
me tomo las cervecitas con mis amigos, aunque ya la moderación y la
responsabilidad hicieron mella. Aún escucho una buena canción para animarme
cuando no he tenido un buen día. Aún escucho una canción depresiva para
acabarme de rematar. Aún siento que el rock es mi aliado... algunas cosas nunca
cambian.