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domingo, 28 de agosto de 2016

EL ADIOS AL EXCESO: A 20 AÑOS DE HABER VISTO A LOS HEROES DEL SILENCIO



Viernes 6 de Septiembre de 1996. Medellín, Colombia. Hacía calor. No era el típico comienzo de fin de semana de esa época distante de todas las responsabilidades que el tiempo me ha ido endilgando. Fines de semana de sentarnos a hablar mierda en un bar, de tomar licor de una manera desaforada en medio de los ecos del buen rocanrol noventero en donde destacaba una banda española que se ganó con sobrados méritos el convertirse en nuestra favorita.

Esta vez era distinto. No tendríamos que escuchar a los Héroes Del Silencio en las aparatosas grabadoras de CD que con mucho orgullo algunos de nosotros teníamos y que llevábamos a cuanto fandango resultara en alguna casa o finca. Aparatos resistentes a cuanto golpe y borrachera hubiera pero algunas con el inevitable destino de sucumbir ante la primera casa de empeño que se cruzara. Esta vez, no se iban a necesitar.

Esta vez era distinto. Ese viernes caluroso del 96 nuestros ojos y oídos iban a dar crédito a estar en frente de la última gran banda de rock en nuestra lengua que para mí ha existido hasta ahora.
¿Quién lo habría imaginado? Hacia menos de un año había tenido la fortuna de ver en el Estadio El Campín de Bogotá por primera (y hasta ahora única vez) en un multitudinario concierto en el 95, a la banda que me inició en mi niñez en toda esta pasión por el rock (Bon Jovi, Thaaaaa Kiiiiingggg!!). Y ahí estaba yo desde el medio día de ese viernes de septiembre haciendo fila en las afueras del Centro Comercial Monterrey en Medellín, dizque para ver en la noche a los eternos cómplices de juergas y excesos en vivo. No me la creía.

No importó que el cd que regalaban por la compra de la boleta me lo hayan dado dizque de vallenato (¿premonición a mi actual hábitat?) mientras que a mis amigos les dieron el Avalancha. No importó que el salón de eventos del Monterrey fuera tan supremamente pequeño y caluroso. Mucho menos me importó que cuando salió Pedro Andreú a hacer sonar los platillos de su batería para comenzar el concierto con "Deshacer el Mundo", yo hubiera quedado atrapado en el tumulto y perdiera (durante todo el concierto) uno de mis tenis Converse azules.

Sin lugar a dudas creo que ha sido uno de los conciertos más frenéticos e intensos en toda mi vida. El público de aquel atestado sitio no paró de saltar, corear y gritar hasta el cansancio: "Iberia sumergida", "Parasiempre", la majestuosa "Sirena varada", "Entre dos tierras". No había respiro. Solo creo recordar que cuando terminó "Avalancha", los de Zaragoza decidieron darse un pequeño descanso para bajar un poco el acelerador con himnos de mis encuentros etílicos con la Leonera como "Flor Venenosa" o "La Herida", pasar por "Flor de Loto", "Opio" y acabar con una versión furiosa de la "Decadencia". Juan Valdivia ponía a tope su guitarra mientras fumaba como un demonio y Bunbury con su poderosa actitud en el escenario se quería comer al mundo. Capos!

En ese momento no tenía ni idea de que jamás iba a volver a ver a Enrique, Cardiel, Valdivia y Andreu juntos pues la gira del Avalancha significó su adiós justamente ese año (mitigado por una fugaz reunión en 2007 por temas meramente contractuales). Pero aquella noche viví ese toque como si realmente fuera el último concierto no solo de ellos sino de mi vida. No era para menos.

Esa noche de septiembre del 96 volví a mi casa prácticamente sin voz, con mi cuerpo cansado hasta más no poder, pero con esa inexplicable sensación de sentirme realmente vivo…y hasta con aquel tenis Converse azul que se me había perdido desde la primera canción y que sin saber cómo, llegó hasta el escenario que los mismísimos Héroes del Silencio acaban de pisar.
























































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