Todos estos años
cargados con esa preciosa mezcla de alegrías y frustraciones siempre han tenido
el tinte que le da el conocer gente de todas las calañas. Evoco con nostalgia
días en donde mi supuesto carisma (traducido en unos hoyitos en los cachetes que
ya ni se me hacen, una que otra buena conversación y risa escandalosa) producía
que pudiera sentirme rodeado de mucha gente con la que compartía gustos por los
colores de un equipo de fútbol, una tendencia musical o cualquier tópico
medianamente común.
Hasta la barra de un
bar que debía ser un fortín que me permitiera protegerme de la maldita rutina
que me agobiaba, se convirtió de repente en una vitrina que dejaba ver a un
tipo con un ángel que le valía hasta para cotizar con una regularidad que ni imaginó.
Ahora que siento que
a aquel llamado carisma le salen canas y también va cuesta abajo en el normal
devenir de la vida, pienso que todos y cada uno de esos momentos valieron la
pena si y solo si, por haber intentado en cada copa, en cada canción o conversación,
reflejar mi verdadera esencia y por haber querido hacer sentir bien a la gente
con la que finalmente me entendí mejor.
El trasegar por esta existencia tiene infinitamente un mejor sabor si nos damos a otros. Por más que
nuestro ególatra y en ocasiones entendible deseo quiera siempre ponerse por
encima de lo que sea con tal de salvar nuestro pellejo, los años me han
enseñado que no hay nada como demostrar aprecio a los seres para los que de
alguna u otra forma le importo.
El tiempo se ha
encargado de irle endilgando quizás innecesarias etiquetas a todas esas
personas. Compañeros, conocidos, amantes, amigos, novias, encarretes, extraños,
gente. Y bajo ese filtro que solo el compartir momentos de verdadera vida da,
aparece en la mía una categoría que rompe el molde quizás de muchas de las
habituales relaciones de amistad que cualquiera de los que lee esto puede
tener: La Leonera.
Son ya 25 años de
ver como a cada uno de nosotros la vida nos ha pasado cuentas. Las lágrimas de
alguno cuando una novia nos dejó; la euforia por disfrutar de una celebración
por un título de futbol; la risa que produce escuchar cuanta estupidez se nos ocurra
y que es súbitamente secundada por otro y otro más; la alegría que brinda el
logro pequeño o grande de cualquier de nosotros; las tardeadas en la Villa, las
noches de rocanrol en Cieza Bar, las inmisericordes borracheras en la sala o
habitación de alguna de nuestras casas; la emoción previa a cada paseo que
hagamos porque sabemos que en él prolongaremos un tanto más el listado de
recuerdos y lugares donde amamos la vida.
Una amistad que ha
estado por encima de nuestras normales diferencias en cuanto a gustos,
aficiones, ideologías políticas o religiosas, unida por el sólido revestimiento
que brindan unos buenos tragos de licor, el gusto por una linda mujer, el fútbol, el humor sarcástico y por supuesto, los ecos del buen rocanrol que nos
ha acompañado durante estos 25 años y contando.
A ustedes miembros
de la Leonera todo mi cariño. Gracias por tanto. Les comparto este setlist de
las 25 de los 25 con un bonus track que se convirtió en la banda sonora de un
aniversario etílicamente inolvidable en las playas de Coveñas y que espero se repita
para que nos continuemos devorando los recuerdos, los más locos, los más
cuerdos.