Con nostalgia, ese
sentimiento que se ha vuelto cada vez más común a mis 40, evoco hoy esos días de Halloween. Eran
días en los que la celebración era realmente de los niños, a diferencia de ahora en donde
cada vez los adultos nos adueñamos de ese momento por el cual uno esperaba con ansias…no es
sino ver a cuanto pelafustán de 18 o 20 años sin camisa y con un pañal puesto, molestando en un centro comercial o corriendo por la calle cagao de la risa.
¡Ah, qué dias
aquellos en la infancia! Uno sabía que llegaba el día de los niños, se
recorría todo el barrio y a veces un poquito más lejos para conseguir el
ansiado botín: una bolsada llena de confites, algunos de ellos con sabor a aguardiente, Pirulitos (si no eran avaros le daban a uno su Bom Bom Bum), Motitas o los
inacabables Supercocos que duraba uno 3 días tratando de arrancar de una muela.
Y ya de ahí, uno
sabía que las vacaciones y diciembre estaban a la vuelta de la esquina. Ese día enmarcaba un
momento realmente valioso de la infancia pero por supuesto era especial porque
había que tener un disfraz: ahí donde me ven llegué a ser un inigualable torero (si, con mi
regordeta figura me llegaron a meter en un traje de luces…gracias mamá), fui
probablemente el Hombre Araña más venido a menos de la historia…pero de payaso
era otra cosa: ese fue el mejor.
Desafortunadamente nunca tuve un
disfraz rockero por lo menos hasta ahora. Quizás haya más probabilidad de que
utilice uno de esos, ponerme una peluca con el pelo largo que nunca llegué ni llegaré a tener o pintarme la cara como los de KISS, en vez de estar con un pañal para adulto corriendo por la
calle. Pero mientras ese momento llega, les propongo que nos demos un paseo por
buen rocanrol que sea alusivo a esta fecha.
Máscaras, personajes siniestros, puestas en escena bizarras y buenos disfraces. Esta es la segunda parte de aquel post del 2011 (ver Especial: Terrock en Noche de Halloween)
Salud!!