Ahh...ya no le busquemos pelos a la bola de billar. Por más que de vez en cuando me dé por expresar cualquier asomo de satisfacción a través de una sonrisa matizada por unos hoyuelos en mis prominentes cachetes, mi esencia es down...eso es lo que hay.
No me veo
participando en un festivo The Color Run, ni en Neon Run ni nada de esas
payasadas (¿Qué sigue acaso? ¿The Shit Run?). Nunca me comí el cuento de la hermandad
de un grupo juvenil o imaginarme corriendo por la vida oliendo florecitas al vaivén de pájaros y mariposas de colores en un fingido paisaje en donde todos
somos amigos del alma...pura babosada y nada más.
Definitivamente
prefiero el down como estado natural. Quizás porque así cualquier pequeña o
gran alegría siempre será bien recibida; sea un abrazo de mi hija, un gesto de
cariño inesperado, el triunfo del equipo del alma, el avance en un proyecto, el
apoyo sincero de un parcero o aquella canción que lo sacude a uno tratándolo de
convencer de mirar hacia el lado optimista o voltear hacia la fea cara del pesimismo.
En MetroRock, un
playlist a manera de homenaje a la música que me sirve de cómplice en momentos en
los que el estado de ánimo no es el mejor...el rock que ha testificado (y seguramente lo seguirá haciendo) lágrimas, borracheras, insultos y recuerdos... Los temas que sirven de telón de fondo a una vida que de tanto en vez se estrella contra la jodida
realidad de las cosas hasta que vuelva y pase algo que haga aparecer de nuevo aquella esquiva sonrisa.